Miércoles 17 de octubre de 2007
Respuesta del Dr. Francisco Soriano a los Drs. Almirante y Pahissa
Sr. Editor: Agradezco a los doctores  Almirante y Pahissa su comentario 1 sobre mi reciente editorial publicado en esta  revista 2 y me alegra saber que, como indican al comienzo  de su carta, están "de acuerdo con la mayoría de conceptos expresados por el  autor". 
Sin embargo, mis colegas parecen echar en falta "una  referencia clara de la figura del internista con una formación adecuada en  enfermedades infecciosas". Tienen razón, pero es que mi editorial se  centraba en la problemática actual de la microbiología clínica, especialidad en  la que he trabajado bastantes años y que, actualmente, se encuentra gravemente  amenazada. No es que no existan amenazas para el especialista en enfermedades  infecciosas o infectólogos. 
Naturalmente que existen, se han venido denunciando desde  hace más de 20 años 3 y, por consiguiente, merece ser defendido. De  hecho, la mayor parte del contenido de la carta de los doctores Almirante y  Pahissa es una defensa de dicha especialidad y una exposición de muchos de los  cometidos de la misma, con los cuales yo también estoy de acuerdo, al menos con  la mayoría de los expuestos. No era mi objetivo, ni yo soy la persona más  indicada para hablar de la figura del internista, aunque me alegra que mi  editorial haya servido para que lo hagan dos destacados especialistas. 
Mi editorial trata, fundamentalmente, de defender la  especialidad de Microbiología sin desmerecer otras, estén más o menos próximas.  Considero que la microbiología tiene que ser algo más que un laboratorio  que recepcione, analice y emita informes, muchas veces inútiles, si no cuenta  con el valor añadido que pueda darle un buen microbiólogo clínico. Como  acertadamente señalan los doctores Almirante y Pahissa, muchos pacientes  requieren el "trabajo mancomunado" de infectólogos y microbiólogos. A  eso me refería en mi editorial cuando señalaba que los servicios de  microbiología necesitan disponer de un laboratorio para apoyar nuestro trabajo,  "muchas veces colaborativo", en el diagnóstico, tratamiento y  prevención de las infecciones. Esa colaboración tiene que establecerse entre el  infectólogo y el microbiólogo pero, frecuentemente, también con otros  especialistas como cirujanos, neumólogos, hematólogos y oncólogos. 
Pero no quisiera desviarme de mi objetivo fundamental.  Algunos de los "nuevos sistemas de gestión" sanitarios, si no  intervienen y se corresponsabilizan los profesionales sanitarios, pueden acabar  con gran parte de la calidad y proyección de la especialidad de microbiología.  El laboratorio clínico fue definido en Estados Unidos como una de las áreas más  vulnerables para el fraude. Un afán desmedido de lucro, el exceso de trabajo  (¡muchas muestras inútiles!), la escasez de personal y, a veces, la baja  cualificación de algunos técnicos (peor pagados que el personal de enfermería)  puede favorecer la mala práctica (incluyendo el sink testing). Una  investigación federal sobre las actividades de laboratorios clínicos en Estados  Unidos, en los que participaron numerosos agentes del FBI, demostró unos  resultados aterradores 4 . Afortunadamente, algunos de los responsables  de tales fraudes fueron descubiertos y condenados a pagar más de 800 millones de  dólares. A todos debería interesar disponer de buenos microbiólogos  clínicos que, con el mejor personal y tecnología que sea posible,  organicen razonablemente tanto su actividad de  "enlace" con la clínica como el trabajo del  laboratorio. En cualquier caso y puesto que sabemos que los recursos serán  siempre limitados, tendrán que priorizar la oferta, una vez escuchadas y  analizadas las necesidades del establecimiento sanitario en donde prestan sus  servicios. 
Por último, no quisiera acabar haciendo disquisiciones sobre  si el tañido de las campanas afecta directa o indirectamente a unos o a otros.  Lo que no es bueno para la microbiología tampoco lo es para la  infectología, y viceversa. Por esta razón señalaba en mi editorial que  la muerte de la especialidad de microbiología podría producir un deterioro de  muchas más especialidades y, muy especialmente, de la de enfermedades  infecciosas. De ahí la necesidad de poner remedio al mayor número de problemas  con los que todos nos enfrentamos. Pero no nos confundamos,  identifiquemos sus causas y a sus responsables. Quizá todavía  no sea demasiado tarde, pero reaccionemos. Sería la única manera de que no  tengamos que preguntarnos por quién doblan las  campanas.
Francisco Soriano
Unidad de Investigación en Microbiología Médica y Quimioterapia Antimicrobiana. Fundación Jiménez Díaz. Madrid. España.
1. Almirante B, Pahissa A. Por quién doblan las campanas (carta al editor). Enferm Infecc Microbiol Clin. 2007;25(8):548-9.
2. Soriano F. Por quién doblan las campanas (editorial). Enferm Infecc Microbiol Clin. 2007; 25(4):225-6. [Medline]
3. Ervin FR. The bell toll for the infectious diseases clinician. J Infect Dis. 1986;153:183-8. [Medline]
4. Operation Labscam. Disponible en: http://www.uow.edu.au/arts/sts/bmartin/dissent/documents/health/labscam.html
 
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