Martes 9 de octubre de 2007
Carta Dres. Benito Almirante y Albert Pahissa
Sr. Editor: El editorial escrito por el Dr. Francisco  Soriano, titulado Por quién doblan las campanas, recientemente  publicada en la revista (1), consideramos  que precisa de unos breves comentarios.
Como médicos internistas, dedicados desde hace muchos años a la atención de pacientes afectados de enfermedades infecciosas, estamos de acuerdo con la mayoría de conceptos expresados por el autor. Es evidente que el médico microbiólogo es un elemento clave para el diagnóstico de la enfermedad infecciosa y que la desaparición de ciertos servicios de Microbiología de los hospitales, ya sea por su externalización o por su incorporación a un laboratorio general de análisis clínicos, es un problema que, sin duda, puede condicionar una pérdida de calidad asistencial notable. Sin embargo, en el editorial mencionado no somos capaces de hallar una referencia clara de la figura del internista con una formación adecuada en enfermedades infecciosas que, en ausencia del reconocimiento institucional de la especialidad, se denomina habitualmente infectólogo o especialista en enfermedades infecciosas.
Como médicos internistas, dedicados desde hace muchos años a la atención de pacientes afectados de enfermedades infecciosas, estamos de acuerdo con la mayoría de conceptos expresados por el autor. Es evidente que el médico microbiólogo es un elemento clave para el diagnóstico de la enfermedad infecciosa y que la desaparición de ciertos servicios de Microbiología de los hospitales, ya sea por su externalización o por su incorporación a un laboratorio general de análisis clínicos, es un problema que, sin duda, puede condicionar una pérdida de calidad asistencial notable. Sin embargo, en el editorial mencionado no somos capaces de hallar una referencia clara de la figura del internista con una formación adecuada en enfermedades infecciosas que, en ausencia del reconocimiento institucional de la especialidad, se denomina habitualmente infectólogo o especialista en enfermedades infecciosas.
La figura del infectólogo se ha convertido en una pieza  básica, sobre todo en los hospitales de tercer nivel, para poder llevar a cabo  una política correcta de prevención, diagnóstico y tratamiento de las  enfermedades infecciosas, trabajo que indudablemente no puede realizarse sin una  profunda interacción con los profesionales adscritos a los servicios de  Microbiología. 
Está fuera de toda duda que, en el momento actual, la  complejidad de la práctica de la microbiología moderna es notable y, por eso, es  necesario y exigible contar con unos especialistas bien formados y con una  dotación adecuada de los servicios correspondientes. De igual manera, la  asistencia clínica de los enfermos afectados de patologías infecciosas graves,  en especial los inmunodeprimidos de cualquier causa o los afectos de infecciones  adquiridas en el hospital, requiere de un grado de experiencia o especialización  adecuados por parte de los médicos responsables. Es necesario, por eso,  contar con médicos internistas bien formados en la prevención, diagnóstico y  tratamiento de las enfermedades infecciosas. La responsabilidad  de la atención a este tipo de pacientes no puede limitarse a tener conocimientos  básicos en patología infecciosa, ni a pensar que todo se reduce a la aplicación  de un tratamiento antimicrobiano en función de las pruebas de sensibilidad  obtenidas de un antibiograma en un cultivo positivo. Cada día es más  frecuente que los enfermos con procesos infecciosos estén afectados de una  pluripatología que obliga a tener una excelente, difícil y larga formación en  Medicina Interna. 
Por lo tanto, cuando se aborda esta temática, creemos más  acertado hacer referencia a un trabajo mancomunado de ambos profesionales que,  en definitiva, es lo que va a condicionar la sinergia necesaria para que el  enfermo tenga la mejor asistencia médica.
Hemos tenido ocasión de leer algún comentario, escritos por  reconocidos microbiólogos de nuestro país, en los que se mencionaba que  el infectólogo era, al menos en parte, el responsable de la supuesta  pérdida de protagonismo del microbiólogo (2), afirmación que consideramos representa un  tremendo error. El infectólogo es el compañero de viaje natural del  microbiólogo. Cada uno aporta una serie de valores y conocimientos diferentes  que suman.
El microbiólogo debe colaborar con el infectólogo en el  diagnóstico y lógicamente asesorar en el tratamiento, mientras que el  infectólogo debe colaborar con el microbiólogo informándole adecuadamente de la  realidad clínica del enfermo. Sólo bajo estas premisas, basadas en la  colaboración, respeto y mutua comprensión, daremos la asistencia que el enfermo  precisa y probablemente podremos combatir mejor las situaciones de intrusismo e  incomprensión que se puedan dar.
Personalmente, pensamos que la microbiología clínica es  fundamentalmente una especialidad cuyo ámbito de trabajo ha de ser el  laboratorio, aunque a diferencia de otras especialidades de diagnóstico, ha de  mantener unos estrechos contactos con los servicios clínicos y ha de colaborar  de forma intensa y eficaz con los expertos en enfermedades infecciosas del  hospital. De esta colaboración surgirá, sin duda, una mejor atención a los  pacientes y una salvaguarda de los ámbitos de competencia de ambos  profesionales.
Quisiéramos finalmente mencionar que, con las pequeñas  salvedades que hemos querido expresar, estamos absolutamente de acuerdo con la  idea descrita por el Dr. Francisco Soriano con respecto al  concepto de que cuando doblan las campanas pueden estar doblando por ti, si bien  es evidente que no es igual que su tañido te afecte directa o  indirectamente.
Benito Almirante y Albert  PahissaServicio de Enfermedades Infecciosas. Hospital Universitario  Vall d’Hebron. Barcelona. España
Bibliografía
1. Soriano F. Por quién doblan las campanas. Enferm Infecc Microbiol Clin. 2007;25(4):225-6.
2. Ausina V. El microbiólogo clínico del futuro. Enferm Infecc Microbiol Clin. 2003;21 Supl 2:7-8.
 
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