viernes, junio 01, 2007

Viernes 1 de junio de 2007


Las campanas debieran “repicar” .



Agradezco al equipo web GEFOR la felicitación que me hace en relación a mi editorial Por quién doblan las campanas” (Enferm Infecc Microbiol Clín 2007;25:225-6) así como su invitación para que haga un comentario “en relación con la situación actual de la Microbiología en España y sus perspectivas de futuro”.

En mi opinión, la Microbiología española ocupa un lugar razonable en el contexto mundial y, en algunos casos, destacable. Otra cosa bien distinta es la llamada Microbiología Clínica que no es “clínica”, porque sus profesionales no suelen tener responsabilidades directas sobre los pacientes ni, menos aún, tiene nada que ver con los análisis “clínicos”. Se percibe un manifiesto grado de desaliento y desazón entre estos microbiólogos, en gran parte debido a los “nuevos sistemas de gestión”, que pretenden arrinconarlos en un área del laboratorio para que “analice” cualquier tipo de muestra que reciba, sin información clínica ni criterios de selección. Además se les exige que hagan mucho y bien, con pocos técnicos (incluso compartidos con otras áreas llamadas “de laboratorio”) que, por otra parte, están peor pagados que el personal de enfermería.

La única manera de enderezar el rumbo de la especialidad es formando microbiólogos clínicos muy buenos, con una visión y compromiso mucho más allá de la poyata del laboratorio. Como, acertadamente, comenta en este blog (o bitácora) el Dr. Sánchez Arroyo, los servicios de microbiología (universitarios o no) deben dejar de formar “pinches de cocina” y centrarse más en la instrucción de auténticos especialistas homologables con los de otros países de nuestro entorno.

Pero no basta con una buena formación. En los tiempos que corren es muy importante que el microbiólogo demuestre su valía pero, además, coraje a la hora de exigir el desempeño de su actividad de una manera digna. No se trata solo de no hacerse cómplice, por acción u omisión, de una mala práctica (incluyendo el sink testing), sino que debe tener muy presente que su trabajo tiene que beneficiar claramente al paciente. Teniendo en cuenta su objetivo y que los recursos no pueden ser ilimitados, es su responsabilidad rechazar un buen número de solicitudes cuya respuesta no sirve para el paciente ni para el médico, carece de interés epidemiológico o que, en suma, no aporta conocimiento alguno.

Dado que, salvo honrosas excepciones, existe un clamoroso silencio por parte de muchos microbiólogos veteranos, el futuro depende casi exclusivamente de los más jóvenes. De ellos depende que las campanas “repiquen” por la Microbiología Clínica más que “doblen” por luto.


Francisco Soriano
Médico y Microbiólogo

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